jueves, 18 de septiembre de 2014

¿Adaptación escolar o profesores inadaptados?

Acabado las vacaciones de verano la segunda semana de septiembre arrancaba a medio gas, paralizada; estábamos de adaptación, adaptación escolar. En las oficinas los teléfonos sonaban y sonaban sin que hubiera nadie para descolgarlos; los emails no se contestaban; los transportes no funcionaban a penas; las calles apestaban por contenedores de basura a rebosar; los  cirujanos operaban únicamente media hora al día; los bomberos no salían a apagar fuegos;  colas enteras se agolpaban frente a los comercios debido a su corto periodo de apertura. El mundo se paraba, el mundo estaba en adaptación.

Lógicamente hay vida después del verano porque la sociedad no puede parar. El mundo se adapta a la vuelta laboral menos el sector educativo infantil, que se encierra en su mundo. Nadie duda de que la vuelta al trabajo cuesta, como la vuelta a las aulas, aunque más duro es continuar en el paro o no tener para comer o perder un ser querido, y tantas cosas más....  En la calle los efectos de septiembre se aprecian claramente en una caraja colectiva, una empanada general. 

Y claro, los bebés y niños no son ajenos a este carajal. Los especialistas denominan este cuadro como síndrome postvacacional. No tiene mayores consecuencias, aguantamos el tirón y la realidad acaba por imponerse, nuestros hábitos laborales vuelven y nuestro cuerpo se repone de los horarios sin vacaciones.





También los niños, que por cierto son las personas más adaptables del mundo. Sí, lo viven todo con tanta intensidad que se hacen notar, su malestar explota, gritan, lloran, se tiran. Muchos declaran la guerra al cole, sobretodo si este es nuevo y les transmite una sensación extraña. Nada que un padre no vea a diario, la clásica rabieta.


No hay problema, son los contestatarios más firmes que te puedas encontrar.... siempre que se acuerden de lo que protestaban. Basta la táctica del despiste, '¡mira una moto/muñeca', para que la rebeldía se olvide. Y a otra cosa, ya han metido su turboadaptación.


El adulto no va a montar ese pollo, lo lleva con resignación, en silencio, con una congoja invisible, como las hemorroides. Por eso nos dura más aunque se nos note menos.

Se nota, ¿no? Pienso que la adaptación es ante todo un timo inventado por los profesores para librarse de unas semanas difíciles. Y creo que este proceso nos priva de un servicio público en condiciones. Una adaptación a la francesa (una semana de duración) tiene un sentido. La adaptación española o vasca es un mamoneo. Y lo más gracioso, es que a los niños les alargan la adaptación tres semanas. Pero ojo, que lo hacen por ellos.