jueves, 28 de noviembre de 2013

Aviones de papel, arte en el aire

El misterio de los genes no deja de sorprenderme. Resulta que el mayor manazas de la faz de la tierra, o sea, yo, ha traído al mundo a un artista de las manualidades capaz de crear delicados artilugios volantes, pura poesía aérea. Cuando veo esos aviones de papel me ocurre dos cosas, primero me admiro de la destreza de mi hijo para después celebrar que no haya salido a padre.
La flotilla aérea que ha creado me sirve para sacar pecho y lucir un poco de orgullo paterno. Siento decepcionaros si esperabais una especie de tutorial de manualidades. Si os doy consejos vuestros aviones irán a pique más rápido que la flota de Díaz Ferrán. No es de extrañar que de niño dejará estas labores a mi primo Cosme, otro manitas de la familia.
Pero al menos os puedo ofrecer una galería llena de talento y belleza. Y os aseguro de que además de ser bonitos vuelan. Los aviones han sido decorados con acuarela y tienen un tono rojizo que me encanta. Disfrutar de los prototipos.
Nota: Os imagináis que estos prototipos sean el comienzo de un próximo ingeniero.

avión de papel




viernes, 8 de noviembre de 2013

Visita plena de emoción: Llega el Ratoncito Pérez

Uno de los momentos más especiales de la infancia tuvo lugar esta semana con la visita del entrañable Ratoncito Pérez que llegó por partida doble. El imaginario infantil volvió a obrar el milagro y convirtió un trámite del desarrollo físico, la caída de un diente de leche, en un momento inolvidable para toda la vida.
El momento no podía ser más paradójico fruto del cruce de caminos generacional que se ha convertido esta familia con una pareja de hermanos mayores de la que se descuelga el bebé a 4 y 6 años de diferencia. Llevábamos meses de dientes pequeños y puntiagudos que salían de la boca del pequeño cuando en estas apareció el primer amago de alerta general.
“Se me mueve el diente”, dijo la mediana de 5. A los pocos días el hermano mayor, de 7, se unió a la fiesta. “A mí también, a mí también”, celebraba. (¿Os he dicho que sus fechas de cumpleaños tienen una semana de diferencia?, como si se siguieran los pasos). Cuando era un bebé nos hacía gracia el mayor porque sus dientes tardaban en salir y no dejaban que diera rienda suelta a su legendario apetito. El pequeño sigue sus pasos con la ventaja de una incipiente dentadura que le permite devorar todo lo que le llega.
La leyenda del ratoncito Pérez permite recuperar la celebración de los primeros dientes que nunca se lleva a cabo por la inconsciencia de los bebés. A nosotros nos permitió realizar un simulacro de las Navidades con dos meses de anticipación, tocaba desempolvar y reproducir esa misma tradición que vivimos de niños chicos y que todavía recordamos.
Foto de Aitor Calero

Se repetía el subidón de emociones, el sueño intenso hasta la llegada de el gran día; y la entrada a hurtadillas en el dormitorio en plena noche cerrada. Y por supuesto, nada mejor que el entusiasmo para cumplir con el ceremonial. Había que mantener el diente a buen resguardo, bajo la almohada, para que fuera encontrado por el mágico ratón.
Indispensable, nada de despertarse, si se le sorprende en plena noche se escapa con el premio. Os suena? El amanecer sorprendió a los niños con algunos rastros del paso del roedor, el platito de queso vacío, y lo más importante, unas monedas de recompensa y una carta personal de felicitación.
La leyenda del Ratoncito Pérez es uno de esos pasajes a la fantasía que regala la infancia. Para los padres supone el privilegio de revivir la experiencia desde el otro lado de la barrera. Curiosamente, esta bonita tradición que forma parte del imaginario colectivo infantil nació en el mismo corazón de la corte española a finales de Siglo XIX.
La realeza encargaba al escritor Luis Coloma un cuento para el príncipe, el futuro rey Alfonso XIII, porque a los 8 años se le había caído un diente. Este origen le ha valido para tener un homenaje del Ayuntamiento de Madrid, que colocó una placa física en el domicilio del cuento, en la calle del Arenal número 8.